San Acardo de Avranches es un santo de la iglesia católica quien vivió durante el siglo XII. Fue el fundador del monasterio premostratense de La Lucerne-d’Outremer y más tarde se convirtió en obispo de la diócesis de Avranches, trabajando con dedicación por la reforma de la vida espiritual de los cristianos, dejó una colección de tratados orientados a instruir la búsqueda de la perfección para el alma cristiana.
Acardo nació en la primera mitad del siglo XII, en el seno de una familia normanda cuyos antepasados a comienzos del siglo XI se habían establecido en Inglaterra. Sus primeros años fueron dedicados a la instrucción de diversos saberes y en especial de la religión, aprendió junto a los canónigos regulares de Bridlington en la diócesis de York, y más tarde, viajó a París, donde continuó perfeccionando sus estudios.
En esta ocasión, Acardo encontró en la abadía de San Víctor, la vida religiosa y de servicio que deseaba abrazar, así que ingresó a esta comunidad donde se destacó por su sabiduría y disciplina. Cuando falleció el abad Gilduino en el año 1155, Acardo fue electo como su sucesor. En este período, san Acardo condujo a la abadía a un tiempo de prosperidad y crecimiento.
En el año 1161, Acardo es nombrado obispo de la diócesis de Avranches, donde su trabajo lleno de piedad y benevolencia aumentó la fe, así como ayudó a muchos necesitados. Por esta labor, y por su amistad con el rey inglés, Acardo conquistó muchos favores para su diócesis y para toda la región de la Normandía.
Luego de años de servicio, piedad y obediencia, san Acardo falleció en el año 1171, siendo sepultado en la abadía del monasterio de La Lucerne, premostratense, donde pasaba gran parte de su tiempo en oración y la cual había favorecido en su desarrollo y prosperidad, siendo este santo quien bendijo la primera piedra en el momento que inició su construcción.