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Beato Guillermo Aranaud

Beato Guillermo Aranaud y compañeros

El beato Guillermo Aranaud fue un religioso de la iglesia católica quien vivió durante el siglo XIII. Este fraile dominico fue nombrado “inquisidor de la diócesis de Toulouse” para tratar de contrarrestar la herejía de los albigenses, aunque su severidad fue tal, que despertó el sentimiento de venganza en los gobernantes simpatizantes de los herejes, quienes le tendieron una trampa a los hermanos dominicos y los asesinaron en la noche de la fiesta de la Ascensión del Señor.

Los nombres de los frailes dominicos martirizados son: Beato Bernardo de Roquefort, García d’Aure, Esteban de Saint-Thierry, Raimundo de Cortisan, Berardo, Pedro d’Arnaud, Fortanerio y Ademaro clérigos; y el Prior de Avignonet.

Durante el siglo XIII en Francia, específicamente en algunas regiones meridionales como Toulouse, la iglesia se enfrentaba al surgimiento de la herejía albigense. Para hacer frente a esta doctrina equivocada, el papa Gregorio IX designó al fraile dominico Guillermo Arnaud, nacido en Montpellier, como el primer inquisidor de la diócesis de Toulouse, Albi, Carcassone y Agen, quien pasa a asumir este cargo oficialmente el 22 de abril del año 1234.

El fraile Guillermo fue tan estricto y riguroso con su misión, que llegó incluso a exhumar los cadáveres de los herejes para incinerarlos. Estas conductas rígidas llevaron a que algunos gobernantes simpatizantes de la herejía, como el conde Raimundo VII de Toulouse, buscara poner freno a los saberos castigos del inquisidor. Comenzó a colocar guardias en los conventos dominicos y llegó a expulsar a los hermanos de esta orden en el año 1235.

Luego de un año de conflictos, con las situación apaciguada, lo hermanos dominicos pudieron regresar a sus conventos en la ciudad, pero al poco tiempo, los enfrentamientos con los herejes resurgieron.

El señor de Avignonet, simpatizante de los albigenses, planeó una emboscada para los religiosos. En el año 1242, invitó a los frailes dominicos a su castillo vecino a la diócesis de Toulouse bajo la promesa de entablar buenas relaciones y superar los conflictos. Los recibió en una sala en el castillo, donde  los encerró e hizo que sus guardias los asesinaras al filo de la espada, con especial odio hacia el fraile Guillermo a quien le cortaron la lengua.

Los frailes dominicos, sin intimidarse, entonaron himnos de alabanza a Cristo en cuanto eran ejecutados. Este hecho sucedió en la vigilia de la Ascensión del Señor, el 29 de mayo del año 1242.

El papa Pío IX confirmó el culto a estos mártires dominicos en el año 1866.

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