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Beata Fina de San Geminiano

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Beata Serafina de San Geminiano

La beata Fina fue una joven católica, piadosa y caritativa quien vivió en el siglo XIII. Su vida estuvo marcada por las tragedias y las desgracias, quedó huérfana, desamparada y desasistida, padeciendo una terrible enfermedad que desde su juventud la dejó paralítica, soportó todos estos sufrimientos corporales sin separarse de la fe cristiana, hasta que finalmente descansó dejando prodigios y milagros luego de su muerte.

La beata Fina nació en el año 1238, en el pequeño pueblo de San Geminiano, situado en la Provincia de Toscana. Sus padres habían quedaron en la pobreza cuando la joven vino al mundo, la familia apenas tenía lo suficiente para sobrevivir. Fue educada en la religión cristiana, y con especial apego, Fina se dedicó a servir desde la infancia.

La pequeña niña crecía en gracia y belleza, y cada vez sentía más su cercanía con Cristo. De los pocos alimentos que podía disfrutar, Fina separaba la mitad para darlo a quienes no tenían nada que comer, durante el día trabajaba en las labores de casa, mientras que en las noches se dedicaba a rezar y hacer penitencia.

Entrando en la adolescencia perdió a su padre, vivía solo con su madre llevando un estilo de vida más eremítico, trabajaba en la costura, pedía limosna para los necesitados y asistía a los enfermos. Sin embargo, al poco tiempo Fina comenzó a debilitarse.

Su cuerpo fue atacado por una extraña enfermedad que la paralizó en todos sus músculos; su cabeza, brazos y manos, piernas e incluso sus ojos, no respondían al movimiento voluntario. Su atractivo físico se perdió con esta terrible enfermedad, quedando postrada en una dura tabla de madera que era todo lo que tenía para descansar, sin poder moverse, con la vista fija en un crucifijo, solo repitiendo sus oraciones. Estaba al cuido de su madre, quien también falleció a los pocos años.

Quedó entonces Fina sobreviviendo por la caridad de los vecinos que le ofertaban limosnas, y por los cuidados de una amiga llamada Beldia, que la visitaba y la atendía. Fina nunca se quejó, se refugiaba en Dios, y oraba con devoción a San Gregorio Magno para que intercediera por ella y sus sufrimientos ante Cristo.

Poco antes de su muerte, Fina tuvo una visión donde San Gregorio Magno le anunciaba que sus súplicas habían sido atendidas y que pronto descansaría en el Señor. El día de su muerte, poco antes de fallecer estaba con su amiga Beldia, quien tenía el brazo lesionado; Fina consiguió mover su brazo y tocar el de Beldia, el cual sanó en el instante.

Fina falleció en el año 1253. Cuando la levantaron del tablón donde permaneció por 6 años inmóvil, bajo su cuerpo habían numerosas violetas blancas, las cuales a raíz de este prodigio pasaron a llamarse “flores de Santa Fina”.

Oraciones a la Beata Fina de San Geminiano

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