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San Gregorio VII

San Gregorio VII

San Gregorio VII: el papa de la reforma gregoriana y la querella de las investiduras

San Gregorio VII, originalmente llamado Ildebrando di Soana, fue un papa italiano nacido entre los años 1015 y 1020 que gobernó la Iglesia Católica entre 1073 hasta su muerte en 1085.

Es recordado principalmente por haber iniciado la llamada reforma gregoriana de la Iglesia y por su enfrentamiento con el emperador germánico Enrique IV en la querella de las investiduras.

Vida temprana e inicio del papado

Proveniente de una familia humilde de la región de la Toscana, Ildebrando inició su carrera eclesiástica como monje benedictino. Llegó a ser nombrado cardenal diácono y consejero de los papas León IX, Víctor II y Esteban IX.

En 1073 fue elegido papa, adoptando el nombre de Gregorio VII. Su pontificado estuvo orientado a reafirmar la autoridad espiritual de la Iglesia Católica frenando la corrupción clerical y la injerencia de poderes seculares.

La reforma gregoriana

La llamada reforma gregoriana buscó reafirmar la disciplina y moral del clero. Entre las medidas impulsadas por San Gregorio VII estuvieron la lucha contra la simonía y el nicolaísmo, la defensa del celibato clerical y la libertad en los nombramientos eclesiásticos.

También defendió la libertad de la Iglesia frente al poder civil, generando la querella de las investiduras con el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Querella de las investiduras con Enrique IV

La disputa con el emperador Enrique IV se debió a que este investía obispos con símbolos de autoridad espiritual. Ante esto, San Gregorio VII amenazó con excomulgarlo, a lo que el emperador respondió depuniéndolo en 1076.

Finalmente el Papa lo excomulgó, forzando al emperador a hacer penitencia pública en Canossa en 1077 para que le fuera levantada la excomunión. Sin embargo, la querella continuó hasta la muerte del pontífice.

Muerte y legado

Hostigado por el emperador germánico, San Gregorio VII murió en el exilio en Salerno, Italia, el 25 de mayo de 1085. Fue canonizado en 1606 y es recordado por su firme defensa de los principios reformistas de la Iglesia Católica.

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