San Antonio de Padua: El taumaturgo franciscano patrón de lo perdido
San Antonio de Padua es uno de los santos católicos más populares, venerado como un incansable predicador franciscano y un gran obrador de milagros y prodigios. Nació en Portugal pero desarrolló su labor evangelizadora principalmente en Italia. Es invocado universalmente como el patrono de las cosas o personas perdidas.
Infancia en Portugal e ingreso a los franciscanos
San Antonio nació en Lisboa, Portugal en 1195 con el nombre de Fernando. A los 15 años ingresó a la Orden Franciscana y posteriormente fue ordenado sacerdote. Se destacó por sus dotes para la predicación, su humildad y conocimiento de las Escrituras.
Debido a esto, fue enviado por San Francisco de Asís a evangelizar en Italia y el sur de Francia. Los sermones de Antonio tenían gran fervor y eran acompañados de milagros.
Fama como predicador y taumaturgo
La fama del padre Antonio como predicador infatigable y hacedor de prodigios se extendió ampliamente. Atraía a multitudes que quedaban maravilladas por sus sermones y los numerosos milagros que Dios obraba a través suyo como resucitar un niño muerto.
Su profunda vida de oración y ayuno lo hacían merecedor de estos carismas extraordinarios que usaba para predicar con mayor ahínco la conversión y el amor a Cristo crucificado. Fue declarado santo apenas un año después de su muerte.
Patronazgo de lo perdido
Pocos años después de su canonización, San Antonio de Padua ya era invocado universalmente como patrono de las cosas o personas perdidas. Son incontables los favores y hallazgos milagrosos que se le atribuyen por su intercesión.
Esta devoción se ha mantenido a través de los siglos. Tanto en hogares como en templos católicos, la imagen del santo con el Niño Jesús en brazos identifica la esperanza de recuperar lo que se creía perdido por su poderosa intercesión.
Sus milagros
San Antonio es uno de los santos católicos más populares, reconocido como intercesor de muchos milagros. Ya en vida había adquirido fama milagrosa, que se consolidó con los innumerables prodigios concedidos después de su muerte.
Este santo era taumaturgo y experimentó varios episodios divinos y milagrosos en vida, intercediendo por muchos fieles y devotos. Uno de estos relatos cuenta la aparición del Niño Jesús. San Antonio se encontraba rezando en su habitación del monasterio cuando se le presentó la visión del Divino Niño Jesús, convirtiéndose en uno de sus más fieles devotos. Por esta razón, en las representaciones se le muestra sosteniendo en brazos al pequeño Jesús.
Otro prodigio atestiguado por muchos ocurrió durante la Eucaristía. Un hereje discutía con San Antonio sobre la presencia de Jesús en el Altar. San Antonio liberó a una mula que había estado en ayuno para que se alimentara con las ofrendas de la Eucaristía, y ante el asombro de la multitud, la mula se inclinó frente al altar en actitud de adoración.
San Antonio también es conocido por ser protector en varias situaciones. Por ejemplo, se dice que puede proteger contra las tormentas. Esto se debe a un episodio en el que San Antonio se encontraba en una iglesia al aire libre, acogiendo a todos los fieles, mientras una gran tormenta amenazaba. San Antonio prometió que no se mojarían y, efectivamente, la tormenta pasó alrededor de los fieles.
Sin duda, el milagro más impactante en la vida de este santo ocurrió en su ciudad natal, Padua. Un joven, cegado por la ira, discutió con su madre y la pateó. Arrepentido, el hombre buscó confesión con San Antonio, quien le dijo: «El pie que patea a su madre debe ser cortado». El hombre, lleno de culpa, se cortó el pie, pero San Antonio oró y, tomando la extremidad, la unió nuevamente a su cuerpo.
Los prodigios de San Antonio continúan hasta nuestros días, convirtiéndolo en uno de los santos más aclamados entre los católicos. Su festividad se conmemora el 13 de junio.