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Tesoros compartidos: Mi encuentro con Juan Pablo II en el Santiago Bernabeu

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Un encuentro inolvidable: Mi experiencia con el Papa Juan Pablo II en el Santiago Bernabeu

Era el mes de septiembre de 1982 y celebraba mi decimotercer cumpleaños mientras regresaba al colegio. Al llegar, me encontré con una gran efervescencia: el Papa Juan Pablo II estaría en España durante dos semanas. Carteles, pancartas y chapitas adornaban nuestras solapas. En el colegio, se organizaron varios viajes para acompañarlo a Alba de Tormes, Santiago de Compostela y otros lugares. Sin embargo, todos hablábamos de un esperado encuentro: el Santiago Bernabeu.

Fue el cuarto día de su visita, el 3 de noviembre, un día antes de su santo. Mis padres y yo nos dirigimos a la puerta del estadio y, al llegar, con las invitaciones en la mano, pasamos largas horas de espera para poder entrar. Finalmente, se abrieron las puertas y nos vimos inmersos en un mar de empujones y carreras, con la ilusión de llegar al césped y comenzar a gritar, como en los días anteriores: «Juan Pablo II, te quiere todo el mundo».

Al entrar y contemplar a tantas personas gritando, cantando y bailando en un estadio abarrotado, pensé: esto es una auténtica fiesta. Recordé las mismas emociones vividas años después en Loreto, París o Roma, durante las Jornadas Mundiales de la Juventud, y me asaltó la misma inquietud: ¿por qué tanta alegría? Y siempre encontraba la misma respuesta: porque estar con un Santo es participar y vivir en el Cielo.

Dios, que siempre es tan generoso, tenía un nuevo regalo reservado para mí. Quería que pasara los últimos años de la vida de Juan Pablo II en Roma, a su lado, para poder acompañar a aquel hombre que, durante mi infancia y adolescencia, había guiado mis pasos hacia un encuentro con Dios Padre.

Parece que Dios deseaba que recordara esos momentos tan entrañables que viví con él y que me diera cuenta de que, si luchaba por ser santo, podría hacer igualmente felices a los demás, tal como él había hecho conmigo, facilitándome el cumplimiento de la voluntad de Dios. Y ahora te pregunto a ti: ¿no te gustaría experimentar esa alegría que proviene de conocer y seguir la Voluntad del Señor? ¿Por qué no te planteas, también tú, alcanzar grandes metas en tu vida espiritual?

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