Santa Flaminia es una santa mártir de la iglesia católica de la cual existen varios relatos acerca de su martirio y la época en la que vivió. Aunque son diferentes las versiones, todos concluyen en que esta santa, pese a su posición distinguida entre los romanos, prefirió seguir la caridad de los cristianos, se consagró virgen y por su fe recibió la corona del martirio. La versión más verídica la sitúa como una mártir de la Asia Menor en el siglo IV.
Existen por lo menos tres relatos diferentes sobre la vida y origen de Santa Flaminia. El primero de ellos dice que era nacida en Nicomedia en las últimas décadas del siglo III. Esta joven se hizo cristiana y por ello al momento de estallar la persecución contra los cristianos en el imperio de Diocleciano en el año 303, Flaminia fue acusada ante el prefecto local, Eulasio, quien mandó a apresarla y torturarla con objetor cortantes que laceraron su cuerpo pero nunca su voluntad, y finalmente fue decapitada.
Otra versión dice que santa Flaminia era hispana pero que durante los conflictos con los francos en el siglo VI habían sido capturados y martirizados.
Una tercera tradición explica que santa Flaminia era hija de un patricio en la villa del castillo de Montaclier. Desde su juventud siempre había sido una joven piadosa y caritativa, dedicada a las labores cristianas aun en los tiempos de persecuciones.
Fue denunciada ante el gobernador quien ordenó que fuese ejecutada. Flaminia intentó escapar de los soldados pero estos la acorralaron contra una enorme roca a la cual la santa se abrazó con tal fuerza que por más que los hombres intentaran no pudieron hacer que la soltara. Así, acabaron por decapitarla junto a la roca y su cuerpo lo arrojaron a un pozo cerca del tempo de Teutatés.
Años más tarde, en dicho templo se construyó una iglesia con el pozo de Santa Flaminia, cuya agua se dice que era milagrosa.