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San Marcelino y San Pedro

San Marcelino y San Pedro son dos santos mártires cristianos que padecieron el martirio en tiempos del emperador Diocleciano por ser importantes funcionarios de la iglesia católica, durante el siglo III e inicios del siglo IV. Aún cuando fueron condenados a muerte, estando en prisión lograron dar valor a los demás fieles encarcelados y convertir a los paganos.

San Marcelino y San Pedro

La leyenda de estos dos santos cuenta que Marcelino era presbítero en Roma, y Pedro era un sacerdote exorcista. El papa san Dámaso dio testimonio de la vida de estos religiosos al afirmar que en los primeros años del siglo IV, bajo la persecución del emperador Diocleciano, Marcelino y Pedro fueron capturados por ser cristianos.

Los encerraron en una prisión junto con otros fieles y algunos paganos. Marcelino y Pedro fueron valientes y llenos de fe, se dispusieron a alentar a los cautivos y a predicar el evangelio para los paganos, logrando la conversión de muchos de los que estaban en prisión.

Entonces el magistrado romano, cuyo nombre era Sereno o Severo, ordenó que se les ejecutara conduciéndolos a un lugar secreto en el bosque de la Selva Negra para que nadie pudiese recuperar sus cuerpos y darles la debida sepultura.

San Marcelino y San Pedro fueron decapitados en dicho bosque, pero el secreto del lugar de su muerte se supo poco tiempo después por su propio verdugo que arrepentido se había hecho cristiano.

Al lugar de su muerte acudieron dos mujeres piadosas cristianas que exhumaron los cadáveres y les dieron santa sepultura en las catacumbas de San Tiburcio de la Vía Lavicana.

Más tarde, en tiempos del emperador cristiano Constantino, se construyó una iglesia sobre la tumba de estos santos mártires, en la cual se sepultó Santa Elena, madre del emperador.

En tiempos del papa Gregorio IV, los restos fueron trasladados al monasterio de Selingestadt, cercano a Francfort.

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