San Daniel es otro de los santos de la iglesia católica que sufrió el martirio de la persecución del emperador Diocleciano, a comienzos del siglo IV.
Se conocen pocos detalles de la vida de este santo. Los relatos cuentan que San Daniel inicialmente era judío, y que a raíz de la predicación de Prosdócimo, quien fuera el primer Obispo de Padua (Italia), San Daniel se convirtió al cristianismo y siguió una vida religiosa ayudando en el trabajo de Prosdócimo obispo, en las labores de predicación y evangelización de la región de Padua. Murió martirizado en el año 304.
Su existencia solo se supo en el año 1075 cuando se encontró su cuerpo. El relato cuenta que San Daniel se le apareció a un ciego, a quien le aconsejó pedir la gracia de tener la vista en el oratorio de San Prosdócimo en Padua. En ese lugar se encontraba la tumba de San Daniel. La curación del ciego fue milagrosa y de inmediato se inició la búsqueda de la tumba de san Daniel. Se encontró un arca de mármol donde se encontraba el santo con el cuerpo extendido sobre una tabla de madera y atravesado por largos clavos. La inscripción en la placa de mármol decía en latín “aquí descansa el cuerpo de Daniel, Mártir y Diácono de Padua.
Sus reliquias fueron trasladadas el 3 de enero del año 1064 a la ciudad de Padua, donde descansan en la catedral de Santa María Assunta hasta la actualidad. Este día, 3 de enero, se celebra su festividad.
San Daniel es uno de los patrones de la ciudad de Padua, al igual que San Prodóscimo, San Antonio y Santa Justina. El culto a San Daniel de Padua es especialmente notorio entre las mujeres que piden la intercepción del santo por sus maridos que habían sido enviados a la guerra.