San Ezequiel es uno de los profetas más famosos del Antiguo Testamento, contemporáneo con Jeremías, Ezequiel narra las profecías hacia el pueblo de Israel desde el exilio en Babilonia; sus palabras fueron testimonios de señalamientos ante la infidelidad del pueblo, anunciando la caída de la ciudad de Jerusalén y la deportación de su pueblo como cautivos en el exilio de naciones extranjeras. Mantuvo también la promesa de la resurrección y la esperanza de una nueva vida.
Ezequiel fue contemporáneo con el profeta Jeremías. Nació en una familia sacerdotal, por ello presenció la caída de Jerusalén y su ruina, viviendo estas mismas experiencias en su día a día, siendo desterrado, alrededor del año 597. Se estableció con los judíos en el exilio en Babilonia, y dio testimonio de Dios a su pueblo que se encontraba en decadencia.
Parece que Ezequiel es iluminado con la vocación de los profetas cuando está en el destierro. Su mensaje se puede dividir en dos momentos. Una primera parte que se caracteriza por una dura predicación de 7 años, en los que apunta los pecados del pueblo y la ruina de la Santa Ciudad de Jerusalén, hasta el año 587, habla de temas como la deportación y la catástrofe definitiva de un pueblo cautivo y exiliado. Luego de que sucedieran estos acontecimientos, Ezequiel permanece en un silencio, hasta iniciar luego de 7 meses, una segunda etapa donde el mensaje trata de anunciar oráculos en contra de las naciones, y da testimonio del juicio de Dios. Más tarde su mensaje se enfoca en despertar una esperanza en la comunidad fundamentada en la piedad, gracia y fidelidad en el único Dios Verdadero.
Sus testimonios se encuentran en el Libro de Ezequiel, donde se narra su llamado al servicio, las profecías sobre la ruina de Jerusalén, el castigo para los enemigos de Judá y la etapa de la restauración el pueblo de Israel cautivo.
El profeta Ezequiel es venerado tanto en el cristianismo como en el judaísmo, en el islam y en el bahaísmo. Se desconoce la fecha de su muerte, aunque se ha dicho que fuer mártir.